No habrá nadie capaz de defender a Carlos Romero Deschamps de pisar la cárcel. Seguramente va a argumentar que se trata de una venganza política del actual gobierno, pero no hay poder político en México que pueda extender impunidad para este líder corrupto del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
Su principal pecado ha sido traicionar a sus representantes, una y otra vez. Ambicioso sin recato, amasó una fortuna económica muy grande que no habría podido explicar sin la impunidad política que le entregaron cinco presidentes de la República.
Entre muchas, una traición documentada es el dinero que arrebató a los trabajadores del sindicato, provenientes de una cuenta en un banco de Nueva York.
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