A pesar de la recomendación de los expertos, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se niega a utilizar cubrebocas. Dice que es innecesario porque, al haber padecido COVID-19, “ya no contagia” y también porque quiere subrayar que México no es autoritario sino un país libre “donde cada uno tiene que asumir su responsabilidad”.
En una cosa tiene razón el mandatario: por obra de la pandemia, la mascarilla sanitaria se volvió, en todo el mundo, un objeto político.
Antes de que nos convirtiéramos en homo sapiens, los gestos del rostro eran ya fundamentales para la comunicación del poder entre los seres humanos. Independientemente de las palabras, con los músculos que rodean la boca damos ordenes, transmitimos deseos, coincidimos, empatizamos, enfurecemos, convocamos, ahuyentamos, odiamos y amamos.
Por tanto, enmascarar esas expresiones faciales es una mutilación, un bozal que l…