Son cuatro los ex mandatarios estatales que antes “vivían perfectamente”, pero fue tan gorda la estela de sus arbitrariedades vinculadas a la delincuencia organizada que ahora ni siquiera sus correligionarios están dispuestos a ejercer de tapadera
“Vivimos perfectamente bien en Sinaloa”, declaró este jueves el gobernador Rubén Rocha Moya, extraño habitante de un mundo paralelo. Ese mismo día el cuerpo de un funcionario de la fiscalía de justicia de la entidad apareció sin vida, en la ciudad de Culiacán, frente al Palacio Legislativo. Horas más tarde un casino ubicado en la misma población fue consumido casi por entero debido a un incendio probablemente provocado.
El delirio de Rocha Moya cuenta con respaldo político, el cual quedó consignado en un desplegado publicado el lunes 12 de agosto del año pasado. Tal documento lleva la firma de gobernadores (en funciones y electos) pertenecientes a la coalición mayoritaria, que reaccionaron con solidaridad para defender a su precioso colega sinaloense después de que Ismael El Mayo Zambada lo hubiera acusado de tener vínculos con el crimen organizado.
La paradoja de ese documento es que varias de esas personas firmantes, a su vez, habían sido antes mencionadas por sostener relaciones similares con la maña, en sus respectivas entidades. Dichas acusaciones podrían ser desestimadas como provenientes de la perversa oposición o por ser mera propaganda malintencionada de los delincuentes.
Sin embargo, no es posible mirar para otro lado cuando los señalamientos por corrupción y crimen son enderezados por los mismos dirigentes de Morena. En este último cajón destacan los casos de Tabasco, Chiapas, Veracruz y Morelos. Estas entidades son un polvorín de violencia y coincide en ellas que el cambio de gobierno está sirviendo para destapar la coladera.