Hace un poco más de un mes busqué a una agente para que me ayudara a contratar un seguro de vida. Días después ella me presentó un cuadro muy profesional con cotizaciones, análisis de primas aseguradas y distintos esquemas de pago. Después de conversarlo convinimos en la que nos pareció la mejor opción.
Setenta y dos horas después recibí un mensaje extraño informándome que, “dadas mis circunstancias personales,” la empresa aseguradora estaba obligada a revisar las condiciones acordadas.
Llamé sorprendido a la asesora quien, con incomodidad, me explicó que el problema era el oficio al que me dedicaba.
Con risa nerviosa dije que no era militar, tampoco la hacía de doble en películas de acción ni practicaba ningún deporte de alto riesgo.
Fue cuando ella precisó que para la aseguradora ejercer el periodismo en México era tan peligroso como dedicarse a cualquiera de los oficios que había citado…