Fue en mayo que rocé los primeros pliegues dolorosos de este año terrible. Entrevisté a una doctora del hospital del IMSS de Troncoso, quien me narró del horror que significaba para los enfermos de covid-19 entrar a terapia intensiva:“La muerte no se puede ocultar aquí, me dijo, y tendríamos que hablar más de la soledad que sufren nuestros pacientes: una vez que ingresan dejan de tener contacto con su familia, con sus amigos, con otros seres; excepto nosotros, que vestidos con los equipos no parecemos humanos”.Como la mayoría, este año sumé víctimas a mi consciencia, más que nunca. La violencia se ensañó con sus tres garras: crimen, enfermedad y precariedad. Por ello, mirar hacia otro lado dejó de ser un privilegio. Todos los días conté, o me contaron, historias a propósito del sufrimiento humano.Pilar Cortés hace unos días me habló sobre el padre de su hija, un hombre que lleva preso ci…