La frontera entre una critica justa y un ataque verbal intimidatorio no es sutil: el tono y los argumentos distinguen entre una y otro. Cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, acusa al poder Judicial del país de estar podrido y a sus integrantes, salvo excepciones, de estar sometidos a intereses ultraconservadores, ni el tono ni los argumentos caen del lado de la crítica justa.
El discurso del mandatario profundiza deliberadamente el déficit de legitimidad de los tribunales. Tiene similitud con los que se escuchan desde otros pedestales de la demagogia, como en Recep Tayyip Erdoğan, quien realizó una purga en Turquía contra más de 4,000 funcionarios responsables de la procuración y administración de justicia para colocar a gente afín a su gobierno. También en los ataques que Donald Trump, exmandatario republicano de Estados Unidos, emprendió contra los jueces de la C…