Soy asiduo a las conferencias matutinas de Andrés Manuel López Obrador. Sólo por razones de fuerza mayor llego a perderme alguna. No me gusta que me cuenten lo que dijo y me fastidia encontrarme con citas suyas sacadas de contexto.
Sin embargo, debo confesar que, una vez comenzada la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, me está resultando difícil conectar con los mensajes presidenciales. Han dejado de provocarme empatía, curiosidad o entusiasmo, para convertirse en una tarea que debo cumplir por mera disciplina profesional.
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