Las imágenes publicadas en redes sociales por la periodista Lourdes Mendoza, el sábado 9 de octubre, donde se exhibe a Emilio Lozoya Austin, exdirector de Pemex, celebrando en un lujoso restaurante de la Ciudad de México, obligan a cuestionar, una vez más, el trato excesivamente benévolo que la Fiscalía General de la República (FGR) ha otorgado a ese sujeto.
Existe en México una antigua tradición para fabricar culpables. Sin embargo, menos atención se ha prestado a otro fenómeno igual de socorrido: la fabricación de inocentes.
La paranoica vuelta de los talibanes
El caso Lozoya bien podría servir como ejemplo de esta alternativa corrupta que igual atenta contra la procuración de justicia.
Desde la administración de Enrique Peña Nieto, Emilio Lozoya Austin fue denunciado por la Fiscalía Especial de Atención a Delitos Electorales (Fepade) –entonces encabezada por el actual titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), Santiago Nieto Castillo– de haber delinquido aportando financiamiento ilegal a la campaña presidencial de 2012.
Otras investigaciones que corrieron en paralelo engrosaron el expediente de acusaciones en su contra, a partir de pruebas que lo relacionaron con la compraventa ilegal de la empresa Agronitrogenados, la presunta recepción de un soborno de…