Ya me lo habían advertido. No es posible salir ileso después de ver la película de Jacques Audiard, En busca de Emilia Pérez. Asistí al festival de Morelia a finales de octubre del año pasado acompañado de un grupo de amigos. A penas habíamos abandonado la sala y ya estábamos arrojados a una discusión grave sobre el filme.
No solo conectamos con la trama, también nos electrizó, aunque por razones polarmente distintas. Desde aquella tarde me abdujo el debate público sobre Emilia Pérez. Casi los mismos argumentos que pusimos sobre la mesa —los buenos, los malos y los peores— los he visto crecerse conforme esta película gana aprecio en el circuito tradicional de los festivales de cine.