En la biografía de la humanidad la ira ha sido motor principal de las transformaciones. Los celos volvieron iracundo a Menelao y por ello ocurrió la Ilíada. La ira de Dios es personaje central del Antiguo Testamento y también lo es del Nuevo cuando Jesús corrió a los mercaderes que habían corrompido el templo.
La ira impulsó a Julio César en las Galias y conquistó castillos en la Europa medieval, la ira de los revolucionarios derrocó el absolutismo, la ira de Lenin terminó con los zares, y en México la ira de Francisco Villa y Emiliano Zapata son patrimonio venerado.
Sin embargo, el derecho a la ira digna, en términos de Peter Sloterdijk, es prerrogativa que se conjuga en masculino. Si la mujer se atreve a ejercerlo es porque se trata de una hechicera, como Circe, o de las Harpías que acosaron a Ulises.
Para leer columna completa clic: aquí