Un concurso mediocre de oratoria preparatoriana fue el debate entre los candidatos a presidir al Partido Revolucionario Institucional. Pobre en todo: visión, diagnóstico, propuesta, ideas, carisma y personalidad. Muchas veces se ha vaticinado el fin del PRI, pero en esta ocasión el nivel político es tan bajo que al futuro de esa fuerza política no se le mira siquiera el rabo.
Cuatro fueron los participantes en ese debate: tres presenciales y una gravísima ausencia. Alejandro Moreno, Ivonne Ortega y Leticia Piñón subieron al estrado tomados de la mano, alrededor de un mismo mensaje: el PRI tiene que volver a su base.
Una ingeniosa sentencia de Ortega sintetizó el discurso de los tres: fin al PRI del escritorio y vuelta al PRI del territorio.
Por ello es una paradoja que esta elección se haya definido desde el escritorio de un puñado de gobernadores y el resto sea ficción.
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