¿Cómo explicar que, ante la evidencia de una red criminal que durante varios años ha operado en Urique, no existen registros de la actuación de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada, cuando esa dependencia es la única facultada para perseguir redes como la liderada por “El Chueco”?
La situación que se vive en la Sierra Tarahumara es un reflejo de lo que sucede en muchas otras regiones del país. La maraña de complicidades político-criminales crece todos los días, mientras las autoridades responsables de atajar la violencia, cuando aparecen, lo hacen solamente para apaciguar el enojo social y resolver mediáticamente la crisis. Bien lo dijo el padre Patricio Ávila durante las exequias de los dos sacerdotes jesuitas: “Los abrazos ya no alcanzan para detener los balazos”. O, dicho en otros términos, la demagogia ya no sirve de escudo para nadie: ha pasado demasiado tiempo y la población continúa vulnerable, inerme y desamparada…