Cuando el cargo de representación popular no se debe al pueblo sino al dirigente de partido, algo en la democracia se ha podrido. Esta es la definición de la repudiada partidocracia: cuando los líderes de los aparatos partidistas actúan como dueños únicos del registro electoral y para perpetuarse juegan con las candidaturas premiando a los leales y castigando a las voces críticas.No hay fuerza política en México que hoy se salve de esta lógica perversa. Basta ponerle lupa al proceso que se está siguiendo en la selección de candidaturas, en todos los partidos, para constatar que la partidocracia mexicana goza de muy buena salud.Trátese del PRI, del PAN, de Morena, del PRD o de Movimiento Ciudadano, del Verde, del Partido del Trabajo o de las nuevas formaciones políticas, no hay excepción a este respecto.El Partido Revolucionario Institucional (PRI), por ejemplo, atendiendo a la manera com…