En el ritual de ayer hubo dos abrazos largos que resultaron anticlimáticos. El Presidente fue efusivo la hora de saludar al gobernador de Chihuahua, César Duarte, y lo mismo con Carlos Romero Deschamps, líder de los petroleros.
Lo cortés no quita lo valiente, dice el refrán, y sin embargo estos dos personajes, cuya corrupción ha sido ostentosa, habrían merecido al menos la misma sequedad que el jefe del Ejecutivo entregó, por ejemplo, a Manuel Velasco, gobernador chiapaneco.
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